En la región de los palmares, hay una laguna grande que está cerca del mar. El agua de lluvia que cae en las serranías que están lejos, se va juntando en cañadas. Al juntarse dos o tres cañadas se forman los arroyos que desaguan en la laguna. Allí el agua deja de correr y permanece un tiempo quieta. Quieta es un decir porque solo está realmente quieta en los días de calma, cuando la laguna se convierte en un enorme espejo que refleja cerros, montes, cisnes y hasta el volar de las garzas. Pero la mayor parte de las veces el agua es mecida por las olitas que provoca el viento.
Un buen día, el agua vuelve a correr, porque de a poco va dejando la laguna y se va yendo por un arroyo angosto que después de dar muchas volteretas, indeciso de por donde seguir, desemboca en el mar.
En un tiempo, la laguna tuvo muchísimos cisnes de cuello negro y también flamencos. Era de lo más lindo ver a la laguna llena de aquellas manchitas blancas y rosadas. Los cisnes comen algas que recogen del fondo, estirando su cuello bajo el agua. También los pececitos más chicos comen algas, pero nunca habían sido demasiado como para sacarle el alimento a los cisnes porque los peces grandes se los iban comiendo. Y los peces grandes abundaban. Los flamencos comen larvas de camarón y como cada año entraban a la laguna desde el mar millones de camarones, los flamencos estaban bien comidos, cosa que en ellos se traduce por estar bien rosados.
Los peces grandes eran de agua salada, o sea, peces del mar. A ellos les encantan nadar rápido contra la corriente. Así es como en invierno y primavera, cuando el arroyo tenía más caudal, millones de peces chicos y grandes lo remontaban hasta llegar a la laguna. Allí se quedaban unos meses o unos años, según su gusto. Los chicos se ponían grandes y los grandes más grandes y gordos, porque los peces crecen toda la vida.
Cuando llegaba el cardumen de corvinas negras –unos peces grandotes- eran tantas que sus lomos oscurecían el fondo del arroyo. Al entrar en la laguna que no es muy profunda, pegaban coletazos levantando agua y haciendo espuma que daba gusto.
Cuando entraban los pejerreyes y las sardinas, el arroyo quedaba medio plateado y cuando entraba la majuga, parecía que en el agua llovían peces, porque las majugas parecían gotitas de agua muy juntitas y todas yendo en la misma dirección.
Un buen día, a un hombre de la zona se le ocurrió que podría ser pescador. Se fue a vivir a la orilla del arroyo y se hizo una casita de madera muy cerca del mar. Le fue muy bien.
Colocaba una red de lado a lado del arroyo para atrapar los peces que iban entrando. Al rato la red estaba llena de corvinas, lenguados y mochuelos. Cuando el hombre desataba la red para sacar el pescado los peces que venían atrás tenían libre el camino y subían corriente arriba.
Al ver que a aquel hombre le iba bien, otras personas se fueron también a vivir a la orilla del arroyo y se formó un pueblito.
¡Qué cantidad de peces que había! ¡Qué fácil era pescar! Treinta y cuarenta redes se llenaban de pescado en un rato. Los pescadores sacaban mas del que podían vender, porque no querían que ningún comprador se quedara sin pescado. Así que generalmente tenían que tirar muchos que ya estaban muertos y se pudrían en la playa.
Los peces todavía se las arreglaban para seguir sorteando las redes cuando los pescadores las retiraban momentáneamente y así podían llegar a la laguna. Pero ya no llegaban tantos.
Pasaron los años y ya había decenas y decenas de redes atravesadas en el arroyo. Ya eran pocos los peces que andaban por allí y menos los que lograban llegar a la laguna. Ya es muy difícil para un pez atravesar una red sin quedar atrapado, así que imagínese lo difícil que es atravesar muchas.
También habían mermado los cisnes, y la gente no entendía por qué. Lo que la gente no sabía es que las algas que eran su alimento, era ahora comidas por los peces chicos. ¿Pero no hubo pececitos chicos siempre? Sí, pero ahora eran abundantísimos porque casi no quedaban peces grandes que se los comieran. Habían sido pescados.
Lo mismo ocurría con los flamencos que se hicieron muy escasos porque los pescadores atrapaban casi todos los camarones.
Con la falta de camarones en el arroyo, los hombres comenzaron a ir en sus botes a pescar a la laguna para ver si tenían suerte. Al principio capturaron unos cuantos peces para poder seguir vendiéndolos. Pero con el paso del tiempo el pescado también mermó allí.
Los pescadores pensaron que estaban trabajando mal y creyeron que si usaban redes más largas les iría mejor. Así fue por un tiempito. Con redes que atravesaban la laguna a lo largo y a lo ancho, pescaron algo, pero luego los peces desaparecieron. En vano lo buscaron cambiando de lugar las redes.
Fue entonces que los pescadores muy preocupados se reunieron para discutir qué hacer.
Unos decían que había que colocar redes más largas. Otras decían que sí, pero que además tenían que tener botes más grandes y motores con más fuerza para poder recorrer bien la laguna.
Al darse cuenta de que en realidad a nadie le convencían esas propuestas, el hombre que fue el primero en pescar dijo: - ¡Basta de esas cosas! ¿No ven que no hay peces? Por más que tengamos muchas redes y muchos botes, no vamos a conseguir pescar si no hay peces. Tenemos que pensar bien. Durante años al pescar en el arroyo no dejamos que los peces entraran a la laguna y creo que hasta se reproducían allí. Pescamos en el arroyo porque era muy fácil, pero la cosa se terminó. Quizá si hubiésemos sido dos o tres pescadores no hubiéramos dañado tanto. Pero fundamos un pueblito. Nuestro error fue no cambiar la forma de pescar al ser más los pescadores. Adaptamos la situación de nosotros, pero ahora tenemos que adaptarnos nosotros a la situación.
La laguna que yo quiero tiene que volver a ser como antes. ¡Propongo que pesquemos solamente en la laguna! Si nadie pesca en el arroyo los peces volverán a entrar. Una vez que entren en la laguna no se terminarán si actuamos con cuidado. ¡La laguna tendrá que volver a tener muchos cisnes y flamencos que nos alegren la vista y muchos, muchos peces, así podremos seguir siendo pescadores toda la vida! Era muy fácil pescar en el arroyo, pero las cosas fáciles a veces son un engaño. Será un poco incómodo pescar en la laguna, pero a veces la incomodidad es aparente.
Y así hicieron. Desde ese día los peces y la laguna comenzaron a recuperarse. El primer año, los pescadores siguieron usando redes largas porque los peces recién estaban llegando y así podrían atrapar algunos. Pero del segundo año en adelante usaron redes cortas porque al haber más, los atrapaban fácilmente. A los tres años ya había miles y miles de peces grandes, se volvieron a ver cardúmenes de corvina negra dando coletazos en el agua, y los cisnes y flamencos aumentaron su número. Había de nuevo mucho pescado en la laguna y los pescadores recuperaron su suerte. Eso sí, nunca más usaron redes largas ni pescaron más de lo necesario.